La violencia desatada ayer en la ciudad de Piura nos muestra el grado de descomposición social al que hemos llegado con el correr de los años. Los hechos luctuosos ya no ocurren únicamente zonas alejadas de la sierra (Puno) o la amazonía (Bagua), sino en urbes costeñas donde el grado de "desarrollo" es sensiblemente mayor. La inseguridad que ahora caracteriza a la capital norteña va más allá de la amenaza de desalojo que pesa sobre cientos de ambulantes atrincherados en el Mercado Modelo.
La tensa calma tiene raíces mucho más profundas que la decisión de un grupo de vendedores de enfrentar a un contingente policial que se preparaba para recuperar la vía pública que rodea al citado mercado, detonante del enfrentamiento entre comerciantes y vándalos con efectivos policiales (en realidad la alcaldesa no había notificado a los comerciantes la proximidad del desalojo).
El asunto es demasiado complejo como para atribuir exclusivamente a la alcaldesa Mónica Zapata, a los dirigentes de los comerciantes o a las fuerzas del orden el sangriento resultado de cinco muertos, entre ellos un menor de edad, y decenas de heridos, varios de estos por impactos de bala y objetos contundentes. El saqueo posterior y los daños a la propiedad pública y privada tienen relación con causas mucho más complejas.
El desgobierno que reinó durante varias horas tampoco tuvo que ver con la intervención de la congresista nacionalista Marisol Espinoza, a quien el congresista fujimorista Carlos Raffo acusó de azuzar a los vendedores y promover la violencia, sino a la rabia contenida de un sector excluido de la población que aprovechó el desconcierto para expresar su descontento.
La violencia en las calles piuranas es una clara manifestación de la brecha que separa a un grupo de peruanos de los que disfrutan las bondades del modelo económico. Quienes no pueden incorporarse formalemente al sistema, es decir, los que no tienen mayores oportunidades dentro del mismo, pasan engrosar las filas de la informalidad realizando labores mal remuneradas.
Los pandilleros que respaldaron a los comerciantes piuranos provienen de zonas urbano-marginales. En su mayoría son descendientes de agricultores que migraron a Piura atraídos por el "boom" de la ciudad. La gente de la sierra piurana y de otras zonas gana entre 350 y 700 soles como mototaxistas, ambulantes, repartidores de gas, técnicos de Direct TV, motociclistas de Rosatel, cajeros de supermercados, etc.
Estos pobladores ocupan la perifería de la ciudad de Piura. Sus hijos no tienen posibilidad de conseguir bienestar. Esta situación los empuja al pandillaje y la delincuencia juvenil. Eso los convierte en mercenarios dispuestos a ofrecer sus servicios al mejor postor. Lo de ayer les sirvió de pretexto para darse a conocer en noticieros capitalinos y revelar que pueden constituir una verdadera amenaza.
La pobre educación que brinda el Estado no los puede conducir a ningún lado. Y la economía de mercado no puede darles empleos ni salarios dignos para cubrir sus necesidades. De ahí que se ensañen y saqueen establecimientos comerciales que son símbolos del sistema al cual no pueden acceder (tiendas de electrodomésticos, grifos, sedes bancarias, etc.)
No estamos justificando la violencia sino explicándola pues factores como los bajos ingresos, la mala educación, entre otros, generan mucho resentimiento social. La acumulación del mismo espera provocaciones de la Policía o convocatorias a la agitación para desbordarse en las calles. Las turbas no son más que una consecuencia de las inequidades que mantiene el modelo.
En Chile ocurrió algo parecido tras el terremoto de 8.8 de la madrugada sábado pues la desigualdad social estuvo detrás de los asaltos a supermercados, incendios de almacenes, hurto de electrodomésticos y barrios que se organizan para ahuyentar a los ladrones. La pérdida de casas e infraestructuras, y la falta de servicios básicos como luz, agua, comunicaciones telefónicas y transporte desnudaron algunas fisuras en el país más estable del subcontinente.
La reubicación en un terreno usado como relleno sanitario -en el que anidan ratas y gallinazos- pudo haber ofendido a los comerciantes piuranos que tienen más de 15 años ocupando los alrededores del Mercado Modelo. Pero no fue suficiente para originar la inusitada reacción de la que hemos sido testigos a través de las pantallas.
Dentro de un modelo injusto y un Estado prácticamente inexistente -muy distanciado de las demandas sociales- es previsible que aflore el "achoramiento" como desobedecimiento de reglas mínimas de convivencia y como modo de relacionarse en un entorno indolente y hostil. El que haya mucha inversión privada y más recursos en provincias (fruto del canón y las regalías) no garantizó la reducción de las desigualdades.
Muchos de los que participaron en el vandalismo saben que no tienen posibilidades de conseguir una vida digna. Las dos caras de Piura han sido exhibidas. El ingreso promedio bordea los 400 soles mensuales según un estudio del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) del 2005. Piura se ubica cerca del promedio nacional en cuestión de ingreso, pero por debajo del nivel de las demás regiones de la costa. La región norteña ocupa el puesto 13 dentro de 24 regiones (incluida la Provincia Constitucional del Callao).
El Informe sobre Piura revela que "tiene zonas muy deprimidas en lo económico". Y que los esfuerzos de las autoridades son insuficientes. El estudio muestra notables diferencias entre la sierra y la costa de la región. También da cuenta del bajo índice de escolaridad, del nivel de esperanza de vida (menor al promedio nacional) y la mala calidad de los servicios de salud.
Fuente:
http://www.eltiempo.pe/portada123.html
jueves, 4 de marzo de 2010
en 18:00 | 2 comentarios | social
Piura en caos
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2 comentarios:
Sr. Reyna
Los Sucesos evidencian la falta de autoridad de la Policia. Todos fuimos testigos de como los comerciantes y los matones contratados por estos agredian sin ningun temor a la policia. Para estas personas los policias no merecen ningun respeto ni mucho menos ejercen algun tipo de autoridad.
Lejos de ser un hecho aislado creo que es un comportamiento cada vez mas usual. La imagen del policia esta cada dia mas degradada.
Personalmente trabajo en San Isidro, un lugar donde el crecimiento economico se ha sentido con fuerza, y soy testigo de como las personas no respetan ni las señales de transito ni a los policias que intentan hacer cumplirlas. La mayoria de infractores no son microbuseros o taxistas, si no gente con educacion superior y trabajo adecuado.
Es triste ver a los policias hacer la señal de alto y que nadie pare en las esquinas. Los policias en la mayoria de los casos intentan "hacerse los locos" y disimulan ver la falta, quizas en un intento subconciente para "protegerse" o quizas porque se siente indefensos e impotentes.
Sr. Reyna
Los Sucesos evidencian la falta de autoridad de la Policia. Todos fuimos testigos de como los comerciantes y los matones contratados por estos agredian sin ningun temor a la policia. Para estas personas los policias no merecen ningun respeto ni mucho menos ejercen algun tipo de autoridad.
Lejos de ser un hecho aislado creo que es un comportamiento cada vez mas usual. La imagen del policia esta cada dia mas degradada.
Personalmente trabajo en San Isidro, un lugar donde el crecimiento economico se ha sentido con fuerza, y soy testigo de como las personas no respetan ni las señales de transito ni a los policias que intentan hacer cumplirlas. La mayoria de infractores no son microbuseros o taxistas, si no gente con educacion superior y trabajo adecuado.
Es triste ver a los policias hacer la señal de alto y que nadie pare en las esquinas. Los policias en la mayoria de los casos intentan "hacerse los locos" y disimulan ver la falta, quizas en un intento subconciente para "protegerse" o quizas porque se siente indefensos e impotentes.
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